«No muchacho, tú no eres músico…»

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IN MEMORIAM DEL MAESTRO MANUEL GUÍZAR

“No, muchacho, tú no eres músico, eres actor, deberías dedicarte al teatro…”

El maestro nunca me había dirigido la palabra directamente, yo solo atiné a entre abrir la boca y responder casi susurrando: si, maestro.

Manuel Guízar ya era toda una institución cuando yo apenas concluía mi primer curso de actuación, hace casi 20 años, ¡ah jijo! me acaba de caer el veinte y el peso de esos veinte. Por algún contratiempo no pudo acudir como invitado especial a la función donde los noveles teatreros hacíamos nuestros pininos mostrando lo aprendido a un tolerante y cariñoso público, conformado principalmente por familiares y cuates de esos que hacen bola para que uno no se sienta tan desolado en los inmensos parajes del escenario; sobre todo cuando la cuarta pared de mi adolescencia actoral apenas estaba levantando las varillas.

Una semana después nos citó en El Corral de la Comedia. Mi madre y yo habíamos ido algunas veces; como todos, éramos fans de su montaje de Pito Pérez. De hecho, mi amá me llevo a verla cuando terminé de leer el libro. El Corral era para mí un lugar imponente, una caverna incrustada en pleno centro de Morelia que servía de portal a otros mundos, eso sí, con comida y bebida para el viaje.

Casi casi, como niños de kínder, los alumnitos entramos detrás de la maestra Mayra Girón (que nos impartió el curso) a ese lugar, ahora con la encomienda de mostrar nuestro trabajo al maestro, en la comodidad (la suya) de su propio escenario.

Cuando uno tiene cada fibra de sus ser haciendo combustión bañado por el napalm de los nervios, lo recurrente es que no se acuerde ni qué, ni como actuó, como yo en ese y este momento donde no recuerdo que carajos hice o deshice en mi turno en aquella máquina trasportadora, en la plataforma al final de aquella caverna donde tantas humanidades ha servido al Teatro, y que hoy ve partir a su piloto principal, a su jefe de navegación, a su capitán, a ese viaje donde solo de va en solitario.     

Solo conservo de aquel día aquellas, sus primeras palabras hacia mí, que me acompañan como una constante de reflexión. Cabe decir que no le hice caso, porque, a fin de cuentas, ya muchos saben que me uní a la cuadrilla musical. Sin embargo, siempre llega el momento en preguntarme ese trillado “¿y si hubiera?”, que al final nada resuelve y nomas hace que uno se quede viendo la chancla que esta frente a la cama más tiempo de lo necesario…También cabe decir que fue el propio Teatro el que me alcanzó e hizo de nuevo su fiel servidor. Bueno, esa es mi intención.

Como toda despedida, siempre se hacen presentes los inicios, y aquel fue el inicio de una convivencia de admiración y respeto de mi parte al maestro Guízar. Desde mis visitas al Corral, hasta esos saludos cuando lo encontraba en ese café de los portales. Dios mío, nunca perdió esa presencia, esa figura que imponía respeto y gratitud. Gratitud, no solo de sus enseñanzas, sino por todo lo que le dio a mi ciudad, su ciudad, La ciudad.

Manuel Guízar es, como muchos de nosotros, Moreliano nacido en otras tierras. Eso no le quita para nada su lugar como Moreliano prominente, un prohombre de nuestro no tan micro universo. ¿Qué tanto amó Guízar a Morelia que le dio todo? En su propio lenguaje, el Teatro, el maestro escribió muchas de las mejores páginas de la historia de nuestra ciudad y nuestro estado. Les dio a muchos, razones para vivir el arte y a muchos más, razones para vivir para el arte. Hombres como él hicieron mi Morelia la hermosa ciudad que es, por que, amigos míos, no se trata de la cantera, se trata de quién la puso y quien la hace valer.  La cantera Moreliana lleva el alma de todos los que dan su obra y trabajo por enaltecer nuestra sociedad. El maestro es y será siempre uno de ellos.

Nunca he sido bueno para los discursos funerales, después de todo la vida sigue siendo una ecuación que no logro resolver. Tampoco soy bueno para decir adiós. Solo sé que lo que quiero decir es que nos hará falta. Líderes como él hace que el resto de la tripulación asumamos nuestras carencias. Muchos queremos hacer de nuestro entorno un lugar mejor, con nuestras propias aptitudes, y siempre hará falta un nuevo consejo de hombres como el maestro Guízar. Sin embargo, aún queda encendida la vela de su legado. Y su guía seguirá viva entre quienes llevan su apellido y entre los que fuimos testigos de su obra y vida.

Acompaño con el corazón a mi querido Lalo Guízar y a toda su familia. El Teatro esta de luto, hoy no hay comedias en el Corral. La ciudad ya lo extraña y nuestros corazones latirán su tiempo, agradecidos con el Maestro Manuel Guízar.

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